Sí. Hay muchísima estupidez humana. Más de la que podemos procesar con dignidad.
Y no lo digo yo, lo dice la Historia, la calle, las redes y dos hombres que se tomaron la inteligencia humana —y su ausencia— muy en serio: Dietrich Bonhoeffer y Carlo M. Cipolla. Uno fue teólogo y mártir del nazismo. El otro, economista e historiador que se atrevió a teorizar sobre el reino de los idiotas.
¿La ignorancia puede ser más peligrosa que la malicia?
Muchísimo más. Porque el mal suele tener propósito. La estupidez, no.
Y no hay nada más difícil de combatir que un enemigo sin estrategia.
Bonhoeffer y la estupidez como amenaza moral
Dietrich Bonhoeffer, pastor luterano, resistió activamente al nazismo desde el pensamiento y la acción. Fue ejecutado en 1945 por conspirar contra Hitler. Pero antes de eso, dejó una joyita intelectual llamada Teoría de la Estupidez.
“La estupidez es el enemigo más peligroso del bien”, escribió en Cartas y papeles desde la prisión.
Para Bonhoeffer, el problema no es solo el mal evidente —el que lleva uniforme o grita con megáfono—, sino esa ignorancia pasiva y contagiosa que lo permite.
Puedes leer más sobre él en la Dietrich Bonhoeffer Works Series (Fortress Press)
La estupidez como virus social
Bonhoeffer plantea que la estupidez no es una carencia de inteligencia, sino de pensamiento crítico.
La persona estúpida no analiza, no duda, no reflexiona.
Solo repite, comparte y defiende lo que oye, sin comprenderlo y sin importarle demasiado. Y eso la convierte en perfectamente manipulable.
¿Te suena?
Sí, a redes sociales.
No lo digo por ti, claro.
Lo digo por ese grupo que todavía cree que la Tierra es plana porque lo leyó en un foro.
Lo peor: la estupidez se propaga más rápido que la razón. No necesita pruebas ni argumentos. Solo necesita clics.
Y como en una distopía que no escribió Orwell pero casi, muchos estúpidos se sienten orgullosos de serlo. Hasta te miran por encima del hombro si usas una palabra de más de tres sílabas. Bienvenidos a la era del scroll y el «me vale con el titular».
¿No te convence Bonhoeffer? Vamos con Cipolla (sí, tiene rima fácil)
Carlo M. Cipolla, historiador económico italiano, escribió un breve ensayo tan brillante como escalofriante: Las leyes fundamentales de la estupidez humana.
Es tan claro que da rabia.
Las cinco leyes de la estupidez según Cipolla
Primera Ley:
Siempre subestimamos el número de estúpidos que hay en circulación.
Segunda Ley:
La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica. Da igual el título, el cargo o el salario.
Tercera Ley (la más dolorosa):
Un estúpido es quien causa daño a otros sin obtener ningún beneficio, e incluso perjudicándose a sí mismo.
Cuarta Ley:
Los no estúpidos subestiman siempre el poder destructivo de los estúpidos.
Quinta Ley:
El estúpido es el tipo más peligroso de persona que existe.
En otras palabras: el idiota no se da cuenta del daño que hace, y tú tampoco hasta que ya es tarde.
Un malvado, al menos, tiene un plan. El estúpido ni eso. Es impredecible. Caótico. Multiplicador de desgracias.
¿Por qué todo esto importa más que nunca?
Porque estamos viviendo una época donde la información es abundante pero el pensamiento crítico escasea.
Porque compartimos frases sin leer los artículos.
Porque damos más importancia a un meme que a un dato.
Y porque la ignorancia se ha disfrazado de autenticidad.
El algoritmo alimenta lo que más reacciona. Y ya sabemos que el pensamiento pausado y los matices no generan retuits ni virales. Así que gana el que grita. Y gritan los que no piensan.
¿Y entonces qué? ¿Estamos perdidos?
Todavía no. Pero hay que desactivar la estupidez colectiva antes de que se convierta en sistema operativo. Y para eso, hay herramientas.
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Leer más y mejor. Con fuentes fiables, no con cadenas de WhatsApp.
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Dudar. Dudar como deporte mental.
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No repetir sin pensar. Aunque lo haya dicho “alguien que sabe”.
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Rodearte bien. Hay una teoría que dice que somos la media de las cinco personas con las que más tiempo pasamos.
Si esas cinco personas están todo el día compartiendo bulos, igual toca cambiar de grupo.
Estúpidos hay. ¿Qué hacemos con ellos?
No podemos exterminarlos (ni deberíamos).
Pero sí podemos contener su impacto y fortalecer la razón colectiva.
No se trata de creernos superiores (spoiler: nadie está a salvo de meter la pata), sino de entrenar el juicio, educar en pensamiento crítico y, sobre todo, no premiar la estupidez con atención ni con votos.
Sí, he dicho votos.
En resumen:
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La ignorancia no es inocua.
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La estupidez se organiza.
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Y si no la enfrentamos, se convierte en hegemonía.
Cierre (que no conclusión): piensa más, comparte menos
Este no es un texto para burlarse del “otro”.
Es una invitación a revisar nuestras propias torpezas, sesgos y automatismos. Porque todos, TODOS, podemos ser estúpidos en un mal día.
La diferencia está en reconocerlo, corregirlo y evitar repetirlo.
Bonhoeffer lo escribió entre rejas. Cipolla lo formuló desde la academia. Yo solo te lo recuerdo desde aquí, entre scrolls, para que no se te olvide que pensar sigue siendo un acto de resistencia.
Y ahora que sabes esto…
¿Vas a volver a compartir ese post dudoso sin leerlo entero?
Piénsalo.
O al menos, piénsalo dos veces.