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¿Cuál es la buena noticia?

Que NO HAY MASCARILLA capaz de esconder una sonrisa que nace del corazón.

El ⊗bicho⊗ nos está enseñando a valorar esos pequeños gestos que en nuestro ajetreo pasaban desapercibidos.

La mano que te acaricia a través de un guante, el apretón en el hombro, el «todo va a ir bien», la palmada que conforta cuando estás en una cama de hospital o en los boxes esperando el resultado de la placa, el saludo de balcón a balcón, la escueta charla con la pescadera, la claridad del cielo sin filtro gris, el canto de un pájaro desconocido, la ausencia de ruido, la vela que se enciende en la distancia…

Como canta Joan Manuel Serrat  〈Son aquellas pequeñas cosas
que nos dejó un tiempo de rosas…〉
Pero hablemos de la sonrisa, porque es asunto serio.

La mayoría de retratistas sabemos (corrijo: «saben» porque yo apenas he trabajado el noble arte del retrato) que la personalidad está en esa mirada que nos hace únicos.

¿Se puede aprender a sonreír?

Depende.

Según un estudio de la Universidad de San Francisco-California, existen más de diecinueve tipos distintos de sonrisas y solo seis ocurren cuando estamos pasando un momento bueno.

Nos podemos pintar una sonrisa maliciosa, avergonzada, despreciativa, coqueta… pero no podemos forzar una sonrisa «sentida»

La sonrisa sentida

Casi todos nacemos con más de treinta músculos faciales pero dos de ellos son la mar de expresivos; el cigomático mayor y cigomático menor y los tenemos en la comisura de la boca.

Al contraerse (de manera consciente y voluntaria) tiran de nuestros labios.

Lo habitual es expresar una sonrisa normalita, como la que poníamos al cruzarnos con una compañera en el pasillo de la oficina (en aquel tiempo en el que todavía recorríamos pasillos de oficina…)

Pero esa nos interesa poco y prefiero presentaros a la madre de todas las sonrisas, la reina, la top, la original y genuina sonrisa de Duchenne llamada así en honor al neurólogo y pionero en fotografía médica de mediados del siglo XIX.

Este doctor, llenó de cables y descargas eléctricas la cara de un paciente con insensibilidad facial (aquí tenéis fotos del pobre hombre haciendo muecas) y se dio cuenta de que los músculos cigomáticos a veces provocaban que se formasen unas pequeñas arruguitas alrededor de los ojos.

La conclusión fue que se activaba el músculo orbicular (orbicularis oculi) sólo cuando nacía una sonrisa genuina y espontánea. Aquella que refleja las emociones del alma, nuestra felicidad, el bienestar o la complicidad.

Y técnicamente es imposible fingirla.

¡¡GRACIAS!! a todas las personas que sois capaces de seguir sonriendo a pesar de las circunstancias. 

«Con vuestra sonrisa hacéis el mundo más bello» Thich Nhat Hanh

#Yomesigoquedandoencasa