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Cuando me preguntan ¿cuánto he tardado en pintar un cuadro? suelo responder (DNI en mano), nací tal año, pues tantos llevo…

Las edades son oscilantes (como la Bolsa) y no deberían importar las horas que apliquemos en realizar cierta tarea porque el tiempo no existe y además es relativo. A ver, ¿ tú cuántos años tienes? Umm… pues dependerá de cómo te hayas levantado hoy… ¿Capichi?

Volviendo a lo de dibujar… hay una base científica incuestionable y es que TODOS, everybody, all my friends, mis queridos dears <vosotros los otros> TO-DOS, hemos arañado, garabateado o emborronado paredes (no conozco infante que no lo haga), lo que ocurre es que algunos, cuando crecemos, seguimos amarraos a los lápices, mordisqueando gomas mientras que otros, seguramente llevados por los juicios maliciosos de familiares o profes, decidís abandonar.

Por eso es tan fácil volver a dibujar.

Por eso, hay miles de artistas matriculados en academias o pintando en las terrazas versus cocinas, versus habitación de invitados, versus salones. (Mi señor padre es uno de estos artistas, mi señora madre otra, pero me consta que hay muchos más) Son creadores a los que ya no les importan las opiniones de <vosotros, los otros>. Son atrevidos, libres y capaces.

Pintar da buena vida y el mundo es mucho más chulo. Hacedme caso.

El otro día una amiga aseguraba que era muy torpe dibujando y yo le pregunté:– ¿escribir sabes?, -Si, claro…– respondió agitando la cabeza -, pues dibujar también, solo que has decidido olvidarlo.

Venga… no disimuléis, ¿Cuántos de <vosotros los otros> delante de una obra abstracta, habéis pensado ¡eso lo hace un crío de 3 años!. Pues ahí precisamente está la clave: ¿cómo narices se puede pintar con una visión de 3 años, teniendo 70? 

¡Adelante!, agarrad el lápiz, relajaos y disfrutad. Solo se trata de eso.

Cuadro de la fotografía: «Manzanas verdes» óleo sobre tabla.