Dice el sabio Benedetti que «la indiferencia de la roca quiere comunicarnos una alarma infinita».
Vivimos en una escalada de alertas de nuevo cuño que nos mantienen tensos, preocupados pero también tristes y aturdidos.
Hay personas que batallan como buenamente pueden, otras se despiertan con el aliento sostenido bajo la cobija y hay artistas atrevidos que se disponen a agarrar su fardo de cuadros y a colgarlos en una sala o a estrenar su obra de teatro, el concierto, la presentación de su novela…
¿De qué va este artículo?
ToggleCon otoños de oro fluye la alegría
Por la sangre de Pedro Sanmamed «fluye el vino de varias generaciones» como decía Borges.
Es un caldo de fuego y rocas, especiado en invierno, fresco y joven en verano.
Su fuerza y sus ganas de celebrar le llevan a exponer su ópera prima en tiempos inciertos y con ocho décadas de vida a sus espaldas.
Pero el alma creativa ya sea pintora, escultora, fotógrafa, escritora… necesita exponer y exponerse. Necesita la mirada de los otros… también la crítica o el aplauso.
Sin esa desnudez el artista se siente incapacitado para cerrar su círculo creativo y no hay mayor tristeza que sentir la piel de las telas arrinconadas en el estudio, en espera de una vernissage aplazada.
Palpita un mar de acero de olas grises
La pureza íntima de la creación de este pintor va pareja a su honestidad y su íntimo deseo es compartir sus azules y sus blancos con los vecinos de un Madrid aturdido.
La cultura está siendo sustituida por un simulacro mediático pero en esta sala de exposiciones ¿por qué no en otras? podemos encontrar a quien alza la voz contra la abulia y la apatía.
Solo por acompañar a un artista renaciendo al ritmo de sus pinceles ya merece la pena la visita.
El espacio elegido es la prestigiosa sala María Blanchard de la Casa de Cantabria en honor de la portentosa pintora, menudita y resiliente.
Cuentan que antes de fallecer dijo «Si vivo, voy a pintar muchas flores» pero no tuvo tiempo.
Un vaso de vino entre las flores
Pedro asegura que «nada confina más que el miedo» y con sus lienzos pretende aliviar el alma arañada con obras que relajan la mente y adormecen el dolor.
Si al acercarte a la sala escuchases unos susurros… no lo dudes, será Pedro departiendo con la Blanchard.
Cosas suyas, intimidades de pintores. No te esfuerces en comprender las palabras de quienes interpretan el mundo con figuras, formas y texturas.
¿Les sorprenderás brindando? Es posible.
«¡Por las rocas!», dirá él. «¡Por las flores!», responderá ella.