Te cuento mis secretos para rejuvenecer
Este verano no ha sido de tumbona y mojitos.
Para nada.
Ha sido un entrenamiento radical de fidelidad hacia mí. Una prueba de compromiso con la única persona con la que estaré siempre: yo.
He perdido grasa, he ganado músculo, mi máquina ha rejuvenecido ocho años, según la revisión médica y mi B12 está en sus niveles. Pero nada de eso importa tanto como lo esencial: no me he fallado.
Me regalé un reset que he compartido contigo en estos 17 capítulos de METAdamas y he cumplido.
Me prometí acompañarme y aquí estoy, más fuerte y más ligera, por dentro y por fuera.
La revolución empieza en el plato
He descubierto que la verdadera alquimia no está en suplementos milagro, sino en volver a la cocina con respeto.
Los encurtidos caseros —como la cebolla morada, rica en antioxidantes— se convirtieron en medicina diaria. El vinagre de manzana con madre reguló mi digestión y me recordó que la vida está en lo vivo.
El caldo de huesos me dio minerales, colágeno y calor de abuela en cada sorbo.
La kombucha hizo bailar a mi microbiota con burbujas de energía.
Y los ayunos fueron mi gran maestro: 16 horas de ventana diaria, dos días continuos de silencio alimentario. No comer también nutre.
Como escribí en el post sobre saber rendirse, dejar espacio en el cuerpo es otra forma de seducción consciente: cuanto menos llenas de ruido, más brilla lo esencial.
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El cuerpo como máquina de placer y resistencia
No ha sido un verano sedentario para nada.
Para rejuvenecer es obligatorio el movimiento: caminar, la base de todo; correr, reencontrando la ligereza; saltar y correr en el agua, un impacto suave para mis huesos; nadar y flotar cada mañana, entregarme al abrazo del agua.
El yoga diario y el pranayama abrieron espacio en cuerpo y mente, mientras el entreno de fuerza me recordaba que el músculo no es vanidad, es libertad.
Y sí: dormir ocho horas completas, sin despertares, salvo los caprichos del calor.
El sueño profundo como botox natural, la medicina más barata.
El sol como oráculo
Cada amanecer me he encontrado con el sol.
La ciencia lo dice claro: la luz temprana regula los ritmos circadianos, ordena hormonas, mejora el ánimo y fortalece el sistema inmune.
El sol no solo broncea, el sol ordena.
Hábitos que me sostienen
He descubierto que mis drogas legales son simples y salvajes: pintar para soltar, escribir para ordenar, practicar hormesis con frío y calor para entrenar la resiliencia, caminar descalza para recordar que pertenezco a la tierra.
Respirar consciente en cualquier lugar es la clave para rejuvenecer.
Cuidar la piel con aceites e hidrolatos de Oshadi. Abrazar como medicina. Guardar silencio como lujo.
Los hábitos no son cadenas, son raíces. Me anclan para poder volar.
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Respiraciones meditadas: el hilo invisible del verano
Este verano no solo ha sido correr, nadar o ayunar. Ha sido, sobre todo, respirar con conciencia. Cada práctica de respiración que he compartido —en el patio, en el agua, en los círculos de mujeres— ha sido un recordatorio de que la vida se vive en ciclos, como la inhalación y la exhalación.
Hemos practicado la respiración expandida para soltar la culpa, la coherencia cardíaca para abrir magnetismo o la respiración alterna para equilibrar polaridades.
Cada sesión se ha convertido en una meditación guiada: algunas para rendirse, otras para abrir, otras para aprender a cerrar. Todas con un mismo propósito: volver al cuerpo, bajar al corazón, darle espacio a la mente.
La respiración ha sido mi puente y mi regalo. El punto común entre el silencio individual y la fuerza del grupo. Como escribí en saber abrir y en saber rendirse, lo que empieza en un gesto tan sencillo como inhalar y exhalar puede convertirse en revolución íntima.
Respirar meditadamente ha sido mi forma de acompañar y de acompañarme. Es mi mantra del verano, y mi compromiso para lo que viene.
Alma y tribu
La espiritualidad no está en templos lejanos. Está en cada inhalación. En la creencia íntima de que todo puede empezar de nuevo.
Este verano también es familia, abrazos recuperados, afectos rescatados. Y sobre todo, los círculos de mujeres que respiran: espacios donde el NO se convierte en fuerza y el SÍ en celebración.
Donde llorar y reír tienen el mismo valor. Como compartí en el episodio sobre seducción mujeres, lo colectivo potencia lo individual: lo que sanas en ti se multiplica en el círculo.
Lecturas y voces que me han acompañado
Entre baños de sol y sopas de miso, hubo páginas y podcasts.
Mis libros del verano:
- La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero,
- Respira de James Nestor,
- Vive más de Marcos Vázquez
- Fluir de Mihaly Csikszentmihalyi
- El arte de la seducción de Robert Greene.
Y en mis oídos:
- La Escóbula de la Brújula,
- Tiene Sentido de Eli Romero,
- La magia del caos de Aislinn Derbez
- Radio Fitness Revolucionario,
- Verdades incómodas de Mireia Chaos,
- A lo grande de Marian Gamboa,
- Cristina Mitre,
- Jefa de tu vida de Charo Vargas,
- Antifrágil de Omar y Uri,
- Living Meraki,
- Upeka,
- Sr. Wolf de Juanra Lucas.
Cada uno ha sido aceite para mi curiosidad, alimento para mi mente investigadora y recordatorio de que la longevidad no es solo biológica: es cultural, espiritual y social.
Dar las gracias como costumbre
A las personas que me lo han puesto fácil y también a quienes me lo pusieron difícil: de ambos lados aprendí. A mi círculo de confianza. A las almas buenas que aparecen sin ruido. A las personas nuevas que abrieron camino. A las que volvieron del pasado como si nunca se hubieran ido. Y a la Madre Naturaleza, que me acoge cada día con agua, sol y aire.
Este verano me ha enseñado que el verdadero premio no son los números, sino la satisfacción íntima de haberme cumplido.
Como dijo Maya Angelou: “La mayor satisfacción radica en haber sido fiel a ti misma.”
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