El gato de Cheshire versus gato de Halloween
Desde que publiqué el libro Aquí yace, o no, me suelen llamar para alguna entrevista (se ve que lo de ir a poner flores o los atascos en los cementerios vende ya muy poco) y cada año los periodistas se superan en sus preguntas.
He respondido afirmativamente a ciertas preguntas: ¿has pensado tu epitafio? (Si, lo he pensado y es barato para el maestro cantero: VIVIÓ), ¿tienes una tumba favorita? (a puñaos), ¿te has quedado alguna vez encerrada en un cementerio? (solo una vez y no quiero repetir) ¿tienes miedo de la muerte? (como todos), ¿has visto fantasmas en los cementerios?…
Pero ayer me hicieron derrapar porque se superaron: ¿en qué cementerios hay colonias de gatos? ¿Colonias? ¿Gatos? ¡Anda la leche! Pues miré usted… no tengo ni idea, aunque me suena que en el de Zaragoza son friendly cats.
Gatos hay a puñaos en los cementerios… y ardillas, gaviotas, lechuzas, perros y hasta con algún humano me he llegado a cruzar en estas ciudades dentro de la ciudades…
Y yo me pregunto… ¿qué narices nos pasa cuando llega noviembre? ¿Qué clase de miedo ancestral a la dama de la guadaña nos atrae y nos repele al mismo tiempo? ¿Cuánto nos durará el pensamiento certero de que somos finitos?, ¿lo que dura Halloween?, ¿lo que tardamos en quitarnos la sangre de mentira o el disfraz de zombie?
Si algo he aprendido en estos años de <tumba en tumba> es que ganamos calidad de vida cuando somos conscientes de que todo puede cambiar en un segundo, de que el pasado y el futuro son una invención y de que hay cosas más esenciales en la vida que tener razón.
Los cementerios tienen voz, son libros mudos y si «estás presente» puedes llegar a escuchar (incluso comprender) lo que te dicen los muertos.
Cuando vayas al cementerio fíjate en ese guión que hay en las lápidas. La vida es ese pequeño guión que separa tu fecha de nacimiento de la de defunción.
Mi guión de hoy se curva de manera ascendente. Un smile tímido pero entusiasmado, similar a la sonrisa del gato de Cheshire.
-Minino de Cheshire -empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba -. Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar – dijo el Gato.
-No me importa mucho el sitio… -dijo Alicia.
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes – dijo el Gato.
– … siempre que llegue a alguna parte – añadió Alicia como explicación.
– ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte – aseguró el Gato -, si caminas lo bastante!
Los que he amado no mueren si viven en mi. Por eso sonrío.