Cómo conocí a Clara (y por qué su forma de respirar me dejó pensando)
Conocí a Clara Seral Montesa en uno de los encuentros que dirijo: Mujeres que Respiran.
Llegó con paso tranquilo y mirada despierta. No hablaba mucho, pero se entregaba con todo el cuerpo. Respiraba con ganas, como si llevase tiempo esperando un espacio así.
Yo la observaba entre ejercicios y sonrisas, y pensé: esta mujer debe detener el tiempo.

Semanas después supe que tenía un centro en Zaragoza: Luna Clara, dedicado a estética natural y bienestar. Me gustó el nombre (cómo no).
Me gustó más cuando me contó que allí cada tratamiento es una experiencia sensorial que huele a plantas, suena a calma y se adapta a la luna. Así que fui. No por vanidad, sino porque a veces hay que hacerse un regalo con nombre propio.
El tratamiento “Only You”: una pausa sin culpa
El tratamiento se llamaba Only You. Nada de sesiones tipo fábrica ni marketing de resultados inmediatos. Era “solo tú”. Solo yo. Desde que entré, lo entendí todo. Luz cálida, silencio que no pesa, aromas que no empalagan. Y Clara, con sus manos, su presencia y esa mezcla de técnica y ternura que no se puede fingir.
Incluía limpieza facial, hidratación, masaje y una elección personalizada de esencias. Yo escogí algo entre bosque y lluvia. Lo importante no fue eso. Lo relevante fue que alguien me cuidó la cara como si la cara también hablara. Que me escuchó la piel. Y que, mientras tanto, hablamos de cosas que importan.
Autocuidado y bienestar (sin postureo ni etiquetas)
Hablamos de autocuidado y bienestar, claro. De lo mucho que se han pervertido esas palabras. Del postureo de seguir una rutina de 12 pasos. De lo mal que nos sentimos cuando no hacemos “lo suficiente” por nosotras. Como si hasta el autocuidado viniera con KPI.
Clara no compra ese relato. Para ella, cuidarse no es encajar en una estética, es sostenerse desde dentro. Y eso se hace también con lo que comes, con cómo entrenas (sí, Clara levanta pesas), con cómo hablas de ti misma frente al espejo.
Me habló de Karicia, la marca de cosmética natural con la que trabaja. Productos hechos en Aragón, respetando los ritmos de las plantas, sin siliconas, sin promesas vacías. Me contó algo que me fascinó: las plantas también tienen ciclos lunares. No es lo mismo recolectarlas en luna llena que en menguante. La naturaleza sabe cuándo dar lo mejor de sí. Nosotras, a veces, lo olvidamos.
De plantas, piel y luna llena
La centella asiática, por ejemplo, ayuda a regenerar la piel. Estimula el colágeno, mejora la circulación, cicatriza heridas (visibles e invisibles). Clara la usa en tratamientos que acompañan procesos de cambio. Porque sí: hay pieles que también están mudando de etapa.
La rosa, en cambio, es otra cosa. Es medicina emocional. Calma, suaviza, envuelve. Tiene propiedades antiinflamatorias y un aroma que habla directo al sistema nervioso. Huele a consuelo. A infancia. A una madre que no juzga.
Mientras Clara me aplicaba las esencias, hablábamos también de errores comunes. Comprar cremas de dos euros con 25 activos milagrosos. Confiar en el tutorial de la influencer sin saber si eso es lo que necesita tu piel. O castigarte por no tener constancia con la rutina.
Y ahí fue cuando lo entendí todo: el verdadero autocuidado no empieza en el neceser. Empieza en el permiso. En permitirte parar. De verdad. No como excepción, sino como prioridad.
Cuando cuidarte deja de ser un lujo
Ese día salí con la piel luminosa, sí. Pero lo importante fue lo otro. Lo que no se ve. Lo que respira.
Autocuidado y bienestar no es un lujo.
Es supervivencia suave.
Es recordar que también tú necesitas calor, silencio, contacto, nutrición.
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Y si te estás dejando para el final, te lo digo sin rodeos: te estás olvidando de la única persona con la que vas a pasar toda tu vida. Empieza por la piel. O por la respiración. O por decir “no” a tiempo. Lo importante es que empieces.
No vinimos a sobrevivir con la cara lavada. Vinimos a vivir con la piel encendida.
Marta Sanmamed,
exgerente de expectativas propias
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