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Cuenta la leyenda que el joven Cipariso asesinó por error a su amigo el ciervo. Lloró tanto que el dios Apolo le fue transformando en ciprés «Serás recordado por todos nosotros y tú estarás por siempre al lado de tu amigo y de todos los sufren».

Así comienza el cuento Cipariso y así suelo comenzar mis charlas cuando me invitan a algún colegio o biblioteca. Me encanta esta experiencia en la que salgo fortalecida con la sonrisa generosa de los chicos pero hoy ha sido distinto. 

Cipariso habla de la muerte, o más bien de la muerte contada a los niños, o mejor habla de las mentirijillas que les decimos a los niños para evitar que sufran, o debería decir, las mentiras soberanas para engañarnos a nosotros y a la tipeja de la guadaña de la que nada «vivo» escapa.

Hoy la protagonista por la que han recurrido a este cuento era una niña algo confundida con la muerte de su abuelito… No se puede culpar a los adultos por tratar de proteger a los menores, pero todos somos responsables del desconcierto que podemos crearles. Afortunadamente las cosas van cambiando.

Las maestras llenas de ternura han traído unos folios y hemos pintado en el suelo. Son grandes artistas y como tal les hemos tratado. Me he puesto el abrigo y ha ocurrido algo inusual: me han abrazado. Al principio todos a una (casi me derriban), después han ido acercándose tímidamente a poquitos.

«Mis brazos se transformaban en ramas cubiertas de hojas verdes y mis piernas se unían formando un tronco que se hundía en la tierra» ¿Me estaría convirtiendo como Cipariso en un ciprés?

En mi cuento hay un final feliz donde el imponente árbol deja de llorar rodeado de sus amigos… Hoy me detengo a reflexionar y a aprender de esos padres, abuelos y maestros que educan en tres pilares: valores, amor y respeto. Si queremos mejorar este mundo (en ocasiones triste) tendremos que empezar por nuestro entorno más cercano y un abrazo largo compartido con quien tenemos a nuestro lado, es el mejor bálsamo. No me habían regalado sonrisas tan genuinas como las de hoy y se las debo a unos niños alegres y creativos que son nuestro futuro.

Regresaré pronto. Se lo he prometido. Para mí también va siendo hora de volver a clase y aprender de ellos.

A veces se puede caminar a pecho abierto.